miércoles, 17 de agosto de 2016


Esos conflictos deberían haberse solucionado cuando aún se podían acunar, manchaban todo de babas y gateaban por el salón.
Ahora es muy diferente.Visten traje y corbata, se defienden con amplio léxico y tienen la voz ronca de fumar.
Están tan desarrollados que a veces se sientan sobre mi cabeza y van dirigiendo las piernas. Seducen a mi razón con esa barba perfectamente afeitada y desbancan al optimismo gracias al dulce olor que desprenden. Tras ese perfume se encuentra lo putrefacto de mis luchas no ganadas. Esos ataques que intenté propinarle sola, completamente sola; mientras otros lo alimentaban a base de ignorarlo, de restarle importancia o de miedo a enfrentarlo.
¿Somos todos igual de culpables de su desarrollo? Es la situación la que le dio a luz, la sociedad la que lo ha alimentado y yo la incapaz de ahogarlo cuando -aún ahora- nos miramos en la bañera.