domingo, 19 de julio de 2015

Cómo jugar contigo

Jugadores: 
Dos. Uno de ellos con plumas por si se quiere escapar.

Objetos necesarios: 
Nada. Y cada vez menos hasta reducir la nada a _____.

Duración del juego: 
Entre dos y ochenta y seis años -dependiendo del grado de implicación e intensidad de los participantes-.

Reglas:
1. Los dos sujetos han de hablar el mismo idioma, o al menos entender gesticulaciones en un 25% de los casos.
2. Si a alguno de los dos se le escapan lágrimas antes del final ambos serán sancionados con un distanciamiento bajo aceptación mutua.
3. Si el calor congela los sentimientos el juego se da por finalizado inmediatamente.
4. Si se pierde algún labio entre otros dientes fuera del tablero las posibilidades de retirada se incrementan en un 107%.
5. Al comenzar el juego se decidirá una palabra o sensación prohibida. Por ejemplo: si es el cansancio ninguno podrá bostezar hasta el final -esto depende del grado de hedonismo y masoquismo de los participantes-.


Instrucciones:
1. Para comenzar se tiran los dados lo más lejos posible para que ninguno sepa donde y cómo acabará.
2. Durante el transcurso del recorrido intrapersonal e interpersonal no se seguirán las reglas.
3. Al final, como con todo, se acaba. Los niños crecen y los juegos acaban considerándose vicios.


Lo único que me da más miedo que la certeza es la incertidumbre.

Hasta pronto principito, 
hasta tarde bailarín.

viernes, 17 de julio de 2015

Estamos sentados en el coche, una noche más, en la acera frente al portal de mi casa. En el asiento del conductor él. Ojos redondos y risa perenne. En el asiento del copiloto yo. Risa redonda y ojos perennes. Es una despedida más, tenemos la manía de encajarlas en este escenario.

- Si cierro los ojos- empiezo yo- por mi mente pueden sucederse una lista continua de adioses que siempre se nos quedan a medias.
- No cierres los ojos- me responde.
- No. No quiero mirarte.

Como interrogación curiosa él se gira, dirige el cuerpo hacia mí y curva las comisuras hacia abajo.

- No puedo mirarte porque no sé lo que veo – le digo- Es decir... Veo más de lo que hay pero menos de lo que es.
- No entiendo- corta él.
- Yo tampoco.

Y así el tema empieza a hacer círculos sobre sí mismo. Se me pellizca la curiosidad, ¿sabes? Porque en medio de la conversación siempre acabo atinando a su boca -aunque estemos mencionando la existencia humana en el ártico, o aunque me pregunte por las sílabas de los hiatos- siempre, siempre, acabo mareada en la obsesión, en la idea de su boca. La veo arriba y la veo abajo. Moviéndose para musitar alguna respuesta que estoy casi segura que no está pensando, pero que elabora con correcta expresión o alguna que está pensando pero no sabe decir. Recuerdo entonces aquel beso que no supo a nada, aquel otro que coronó la tarta de una de las noches más mágicas de la terrible historia de mi vida. Y pienso ahora qué ¿Ahora esa boca existe? ¿Es una boca entre tantas? ¿Me habla o me besa palabras?

- No tienes por qué pensar así, ya tendremos tiempo.
- Mentira.

Mentira porque yo me voy a enamorar y tú te vas a tentar tu propia suerte. Como siempre. Pero no me duele tanto como sí me duele. Entonces las antes mencionadas palabras se abstienen de dar su opinión y tú me sujetas la cara entre las manos. Escalofrío. Escalohelado. Escaloardiente. Como cogerte la mano en el cine y percibir que suspiras una caricia. Escaloalgo y no escalo nada. Piel. Noto el contorno de mi cara por tus besos. Y tienes razón, ya tendremos tiempo; tienes razón no entiendo nada.
Se repite la historia, yo tiro la ropa por la ventanilla, tú la pones encima; de vez en cuando nos miramos y de vez en cuando nos vemos. Yo me apoyo en ti tan cómoda que no pienso “hogar, hogar, hogar: hogar es en cualquier lugar que esté contigo”. Nada más y nada menos.

- Me quedo una vez más con muchas historias que contarte, con mucho que decirte y sentirte pero he perdido mis labios para hacerlo.

- Te quedas conmigo.


domingo, 5 de julio de 2015

Juegos y gol

Tan preocupada por comprenderme, suponiendo que al entender la vida también podría llegar a situarme en ella. Como si al situarme frente a las reglas del juego ya supiera colocar el balón. Pero no contaba con tus ojos tostados. No contaba con las faltas, los penaltis, los tiempos extra. Contaba hasta tres preparada para el inicio del partido, pero no sabía qué hacer después de cada jugada. Siempre hay otra más. Y tus ojos cafés. Las caídas tontas entre mis pies, los cordones desabrochados. Los despeines y los cepillos que solo sirven para que las niñas chillen molestas. Cuánto me duele que me jales las ideas. Las calzonas que se mueven, y las camisetas que se evaporan. Y tus ojos desayuno. Y tus ojos inicio de cada día, alimento más importante, tus ojos pies descalzos, tus ojos, pelo y raíz.



Foto de Laura Makabresku

miércoles, 1 de julio de 2015

Adiós con el corazón... Que con el miedo, no puedo




Parece que últimamente siento las flores como si me crecieran en el estómago. Qué puedo decir. No puedo negar que los insectos me bordean las ideas. Bajo una gruesa capa de polen siento como voy cediendo al verano que me pudre. Todas las posibles vidas que me roban siguen escondidas entre tallos débiles que se van doblando. En mi silla observo como nada me levanta.
En primer lugar está el chico de pecas, que se duerme sobre sus propias manos y no entiende cómo puede despertarse, porque la palabra padre cae en picado sobre sus decisiones. Padre y aún no sabe lo que es el amor, no sabe cómo se hace un beso.
En segundo lugar tenemos al chico de los labios hacia adentro, la piel de terciopelo. Es demasiado amapola como para llamarle plantita. Domina tanto el beso que aún sin verso se pierde el amor. No lo comprende con los dedos. Un poco con las lágrimas.
En tercero es el chico que brilla en la oscuridad. Luna lunera cascabelera.., tiene en la voz un megáfono. Ha ejercitado con tanta intensidad las cuerdas vocales que vibro en un suspiro que suelta.
El cuarto es el chico que ha ordenado sus piezas colocándolas en dos montones: el primero lo que le sirve y el segundo lo que me presta. Su pelo encaja muy bien con mi alopecia. Pero no estoy segura de que en todo lo demás nos compenetremos.
Y en quinto lugar, casi escapándose, el chico como cometa. Aún no lo veo con certeza. Pero tiene una sonrisa que me ha imantado. Tiene un pellizco de baila. Me mueve algo dentro y no, no me lo repitas más que ya no existes.
Bajo esta maravilla me escapo al futuro, sobre todo lo dicho, el amor se me estalló. Ya no hay. Ayer me latías -pum, pum,pum- hoy... Hoy tu boca es inmarcesible. Inaccesible.