jueves, 19 de septiembre de 2013

La pituitaria.

-Bienvenida a nuestra consulta, señorita. Hemos estado planteando su propuesta, pero consideramos que se trata de un caso de amputación de miembros que esta clínica no está dispuesta a permitir.
- Pero... Doctor ¡no puede hacerme eso!
-Señorita, de verdad, no la comprendo.
- Inténtelo, haga un esfuerzo por el amor de Dios... No puedo seguir así.
- Deme al menos una explicación, algo en lo que apoyarme.
- Veamos, necesito una operación ¿acaso no es esto una clínica de cirugía plástica?
- Si señorita, pero...
-¿Acaso no es usted un doctor?
-Lo soy, sí.
- ¿Acaso no sería yo una buena paciente?
- Sería usted una magnífica paciente.
- ¿Acaso se siente incapaz?
- Perdóneme, pero creo que se está pasando...
-¡¿Acaso no es esto un país libre?!
-¡Claro que lo es!
- ¿Acaso no soy una mujer con derecho y dignidad?
-Señora, usted está en pleno derecho, lo que no comprendo es porque...
-Señorita, llámeme señorita.
-Perdone, señorita.
- Tengo pleno derecho a operarme la nariz, o acaso usted lo desmiente...
- ¡No! Claro que no ¿por quién me toma?
- Entonces no veo el problema.
-Claro que lo hay señora, usted quiere estirparse la nariz, ¿qué clase de mutilación quiere hacerse?
-Llámeme señorita, haga el favor...
-Es incomprensible, de veras... Usted es muy joven, no tiene la necesidad de dañarse de esa manera.
- No, doctor. No es así, no lo entiende pero lo hago por lo contrario. Para no sufrir más.
- ¿Para no sufrir más? ¡qué barbaridad me está diciendo!
- Doctor, no pido que me estirpe la nariz... Sólo un poquito... La pituitaria.
-¡Pero la necesita para el olfato!
- ¡Ha dado en el clavo!
-¡¿Qué dice?!
- Mire doctor, mi gran problema es el olor. Me voy a explicar, pero no me interrumpa. Resulta que conocí a un chico. Un chico de estos que tienen los ojos tristes...(ya sabe cómo son). Lo conocí de improviso, por casualidad, yo estaba preparada para semejante huracán. Usted debe saber a estas alturas que los horrores más catastróficos ocurren por casualidad. No me voy a ir por las ramas... El caso es que vivimos juntos, bueno, convivimos durante nueve meses y luego se marchó. Supongo que por casualidad también, doctor, pero estoy destrozada ¿sabe?
-Lo entiendo señorita... Pero qué tiene que ver con...
- ¡No interrumpa! ¿Sabe que es lo peor y mi mayor problema? ¡Su olor! Su maldito olor, doctor... Huele de maravilla, no puedo hacer nada contra eso. Lo probé todo, hice una quemada en casa de papeles para que se fuera, regalé la mitad de ropa, desinfecté el baño con mi madre, seis veces... Y aún sigue. Y no sólo en casa, a veces me pilla por la calle y no estoy preparada para tal disgusto. Huele a él por todas partes... Ya no puedo pasear por la playa, porque él huele como el mar. Pero no sólo eso, tampoco puedo pasear por mi ciudad porque está repleta de naranjos que también huelen como él. Y las fresas, pero sólo las pequeñitas, y los libros nuevos... Es por esto, doctor, ¿lo comprende ahora? no quiero volver a oler nunca más.

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Quién coloca los lunares?

Me gustaría saberlo, es una duda que constantemente ronda por mi mente. Estoy casi segura de que alguien los coloca con cierta malicia, para que no olvides a la persona. Es un pequeño detalle que puede cambiar la imagen de una persona.
Ansiados lunares. Que se buscan a tientas en la oscuridad o se persiguen a plena luz del día. Esas ganas de encontrarle todos los lunares a alguien. Desordenados, esparcidos como por casualidad. Deseados lunares que son buscados con los dedos, con la lengua, con el corazón. Algo tan amado como pequeño. Tan invisible, tan diferente, tan personal, tan... tú.